Gracias a la ciencia y la gerontología, la esperanza de vida es cada vez mayor y esto nos lleva a reflexionar: ¿Cómo prepararnos para nuestro envejecimiento? ¿Cómo enfrentar la vejez de mis padres? ¿Cómo mejorar la calidad de vida? Muchos nuevos desafíos nos esperan y espero en este espacio poder ayudar a que todos tengamos un envejecimiento pleno y lleno de vida...
Tarde o temprano, llegará: ¡la batalla contra el tiempo, ya está perdida! Así que mejor preparémonos para disfrutar cada minuto...
Cariños,
Elia
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lunes, 31 de agosto de 2009

Edward Kennedy... su partida

Por estas oportunidades que nos da la vida, me encontré en Boston el día del funeral de Edward Kennedy y como soy una de esas personas a las que les hace bien participar de los rituales del morir, decidí participar en éste, ya que con él se cierra un capítulo de una historia familiar importante.

La trascendencia que ha tenido su familia en mi generación ha sido diversa. Los Kennedy significaron para mí ser testigo del doloroso asesinato de John Kennedy, cuando yo tenía quince años, justamente una semana después de que muriera mí querido tío Anga, que tanta influencia tuvo en mi vida posterior.

Llevo la imagen de esos conmovedores chiquitos que eran John-John y Carolina, que miraban lo que pasaba alrededor probablemente sin entender su dimensión, y luego que ese niño ya hombre , habiendo seguido los pasos políticos de su familia también verlo morir, en este caso en un accidente en plena juventud.

También asesinaron a Robert Kennedy, que era el tercero que moría de los hermanos, mientras que Edward acompañaba este proceso tan dramático.
Aun en lo superficial fui influida con la moda de los vestiditos que Jackeline usaba con tanto glamour.

Como tantos ciclos pensé que éste llega a su fin simbólicamente con la muerte de este hombre, el último de su generación.

Su funeral fue todo lo sencillo que siempre imaginé de esta familia. Cientos de personas desfilaban para despedirlo, mientras que su mujer, hijos, nietos, sobrinos y amigo se iban presentando ante cada uno de los que formabamos la larga fila y nos agradecían nuestra presencia allí y el compartir el momento doloroso por el que pasaban.

Habían pedido que en vez de flores se donara ese dinero, pero muy pequeños ramos ponían un toque de color y amor en la sala austera de la Biblioteca John Kennedy donde tuvo lugar.
Edward “Ted” Kennedy pasó a la historia como el Senador que más promovió las leyes en favor de los pobres, los inmigrantes y la protección de salud para todos los habitantes.

Al otro día, en la misa que se hizo en la iglesia a la que solía concurrir Edward Kennedy estaban como figuras destacadas los matrimonios Obama, Clinton, Bush y Carter juntos en el mismo sector uno al lado del otro. Así de simple. Lo viví como un verdadero homenaje de los ciudadanos a la democracia que supieron construir.

[Foto] askcurly

martes, 25 de agosto de 2009

Deportes sí, deportes no

Entiendo que el dilema no pasa por allí, sino que no es un descubrimiento científico la necesidad del ejercicio a toda edad. Si la medicina nos ha dado 10 ó 20 años más de vida, significa que tenemos que seguir moviéndonos, no sólo eso, continuar aprendiendo, siendo curiosos, entusiasmándonos.

Que a las 80 no se hacían deportes era porque mucho antes de eso, se estaba esperando a que la muerte llegara.

Hoy dependerá de nuestra actitud, para que sigamos en movimiento de todo tipo y a nuestro ritmo hasta el final, si queremos llegar en plenitud.

Lea esta interesante nota de Nora Bär:

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1165739

domingo, 16 de agosto de 2009

Ser longevo, un modelo que hay que construir

Fenómeno

Cada vez más mujeres y hombres llegan a la Cuarta Edad. Una realidad que las generaciones anteriores no vivieron. Sin antepasados a los que imitar hay que animarse para disfrutar a pleno estos años que la ciencia y la calidad de vida agregó.

“Debemos apostar a formar una cultura del envejecimiento, a partir de la cual la gente comprenda la nueva extensión de las vidas individuales”.

“Hoy vemos parejas de adultos medios que se enfrentan a la necesidad de decidir entre colaborar con la manutención de los padres y la educación de los hijos -dice la psicóloga Elia Toppelberg- Los cálculos de hace algunas décadas cuando se moría un poco después de haberse jubilado han cambiado sustancialmente. Hoy podemos andar más de treinta años jubilados por la vida”.

Es que en estas últimas décadas se está dando lo que se conoce como “el envejecimiento del envejecimiento”, esto es el aumento de la población mayor a 80 años.

Una sociedad envejece cuando aumenta la proporción de personas de 60 años y más, y rejuvenece cuando se incrementa la proporción de jóvenes de 0 a 14 años, procesos que pueden darse alternativa o simultáneamente”, explica a La Cita la licenciada en Gerontología María Ines Gamble.

Según el INDEC (2004), la Argentina tiene 16 adultos mayores de 80 años por cada 100 personas de 50-64 años. Hay 20 mujeres mayores de 80 años cada 100 adultos de edad media y sólo 11 varones.

Con este escenario bien real, Ricardo Iacub, doctor en psicología y especialista en vejez, cree que “debemos desde las universidades preparar menos pediatras y más geriatras, así como apostar por los estudios en gerontología”.

En la misma sintonía piensa que hay que “formar una cultura del envejecimiento, a partir de la cual la gente comprenda la nueva extensión de las vidas individuales y podamos vivir acorde con nuevos proyectos que se vayan reformulando a lo largo de la vida”.

La denominada cuarta edad o los “viejos viejos” son aquellos que tienen mayores vulnerabilidades físicas, esto es que “los achaques” de la edad son más evidentes; tienen familias más extendidas, en general son bisabuelos; deben contar muchas veces con mayores ayudas y es el grupo que se encuentra en mayor expansión.

“Es importante notar que así como fuimos aumentando las propuestas para los mayores en general, debemos amplificar las propuestas de actividades para gente que quizás tenga más dificultades”, señala el psicólogo.

Independientemente de cómo la sociedad se acomoda a esta nueva situación, está el tema de cómo el adulto mayor se para frente a esta nueva realidad, que significa que probablemente viva mucho más que sus antepasados.

“Como no esperábamos vivir tanto, no hicimos las prevenciones necesarias, y aquí estamos, tratando de ver si esta longevidad nueva es una bendición o una pesadilla”, explica Toppelberg.

Por eso, para la especialista ante este “boom de la longevidad” -un fenómeno del que piensa que la sociedad se está ocupando poco y sin el ritmo necesario -“se impone la responsabilidad de hacernos cargo de nuestra propia vida”.

“El único requerimiento para mejor la calidad de vida de los años que se nos han otorgado gracias a los adelantos de la ciencia es descartar de plano la aseveración tan común: “¿A mi edad?”

Y continúa: “Es cierto que a nuestros abuelos no se les hubiera pasado por la cabeza que era tiempo de comenzar a jugar cartas, bailar tangos, fabricar velas, colaborar con una ONG o navegar por Internet, pero el mundo cambió”. Las oportunidades están al alcance de la mano con sólo soltar algunos prejuicios -piensa la psicóloga-. “Sólo hay que decidirse.

La calidad de vida de esta nueva Cuarta Edad, depende de cada uno”.La psicóloga cuenta que hasta hace poco la única referencia que tenía de alguien mayor de 100 años era Alicia Moreau de Justo que murió a los 103. “Pero en los dos últimos años conocí a varios centenarios. A la presentación de mi último libro fue una escritora de 102 y asistí a una conferencia ´Envejecer con alegría´ cuya disertante tenía 104”.

Es evidente que esta tendencia va en crecimiento. Por eso lo importante “es ser capaces de vivir sin depender anímicamente de otros pero de la mano de muchos con muchos años. Cuánta más gente tengamos entre nuestros contactos habituales, nos irá mucho mejor física, mental y espiritualmente”, opina la especialista, autora del libro “Estoy envejeciendo, qué hago”.

“Es un período fascinante pero tenemos muy pocos modelos, así que el modelo lo construiremos nosotros”, sintetizó.

Fuente: Diario "la Cita" del banco Supervielle

lunes, 10 de agosto de 2009

La palabra “viejo”: se busca sinónimo para el Nuevo Milenio

¡Qué lío! Los “viejos, viejos” no quieren ser más viejos, pero quieren vivir hasta los 100 y ¡lo están logrando! El problema es que no sabemos cómo llamarlos puesto que:

- El término “viejos” los enoja (¡viejos son los trapos! contestan ofendidos).
- “Abuelos” también los enoja si andan por los cincuenta y cultores de la juventud.
- “Adulto mayor” les es ajeno
- “Seniors” tampoco porque es de gringos.
- “Anciano” ¡Vade retro, Satanás! Es cierto que los que transitan la década de los 80 no tienen el viejo aspecto de ancianidad que tenemos en nuestra memoria. O sea que mientras encontramos o ellos encuentran la palabra que los denomine, para mí seguirán siendo mis “viejos queridos”.

Sugiero leer el artículo de Cecilia Absatz publiclado en la Revista de La Nación 2 de agosto de 2009
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1155999

Gente grande

Por Cecilia Absatz


Por primera vez en su historia, el Festival de Cannes abrió este año con una película de animación. Se trata de Up , una aventura de altura que se estrenó en la Argentina hace algunas semanas. La productora es Pixar, responsable también de obras maestras como Wall-E y Toy Story . En este caso, más allá de la habitual tecnología de punta y la notable calidad que es su marca registrada, la historia propone un elemento de particular audacia: el protagonista es un hombre de setenta y ocho años, viudo y gruñón.

La película, con sus diversas lecturas para niños y adultos, fue celebrada por el público y la crítica, y durante varias semanas se ubicó en los primeros puestos de recaudación. Pero al mismo tiempo, y con llamativa frecuencia, generó entre una cantidad de comentaristas la calificación de "triste". Es cierto que en un largo prólogo de clima sepiado se cuenta la historia del hombre desde que era un niño, cómo conoce a la que será su mujer y cómo, al cabo de una vida razonablemente dichosa, ya con muchos años, ella enferma y muere. Este desenlace no se compara ni remotamente con la dramática muerte del padre de Simba, en El Rey León, ni se asoma al nivel de sufrimiento que provocó en su momento el asesinato de la madre de Bambi.

Sin embargo, a nadie se le ocurrió calificar de "tristes" esas películas. Y es curioso que se considere "triste" una aventura que apenas comienza cuando el hombre enviuda. Carl Fredericksen, así se llama nuestro héroe, con su andador ortopédico y en compañía de un niño scout que inaugura toda una categoría en el concepto de la simpatía, se echa a volar con casa y todo para cumplir un viejo deseo de explorador aficionado. Sus aventuras son estupendas, divertidas, exitosas. Francamente, no se entiende qué tienen de "triste".

Después de pensarlo un poco, sin embargo, es posible proponer una teoría: no estamos acostumbrados a que un viejo sea el protagonista de una película animada. Ni siquiera estamos acostumbrados a la palabra "viejo", que sólo se acepta con gusto (relativo) cuando se utiliza en su condición parental. Para todo otro fin, el idioma oficial busca con desesperación alternativas amables, como abuelos o adultos mayores. La palabra "anciano" es lapidaria y terminal, lo mismo que "octogenario". "Veterano" tiene un guiño de humor y una gota de condescendencia. Si fuera necesario señalar la edad del sujeto, cosa en sí misma discutible, tal vez valga la pena después de todo reconsiderar la palabra "viejo".

Un dilema semejante han tenido los estadounidenses para referirse a los negros, y a lo largo de décadas fueron modificando la ley semántica capaz de borrar el ofensivo nigger . Lo llamaron "negro", primero; más tarde, " black ", para llegar al actual y correctísimo " african-american ". Pero en medio de esa larga negociación para la convivencia, hubo un momento en que la poderosa raza blanca tembló. Fue cuando, en la década de los sesenta, junto con los Panteras Negras apareció el movimiento político que, en lugar de ofenderse por el estigma, proclamó con un puño en alto: "El negro es hermoso".

Los viejos no sólo se niegan a envejecer, sino que, al parecer, piensan quedarse por aquí mucho tiempo más. El mundo va a tener que encontrar las palabras justas para denominar las cosas, y acostumbrar el ojo a este nuevo paisaje. Gente grande que hace lo que se le da la gana. No son tristes. Son viejos. Y, lo mismo que Carl Fredericksen, no se privan de nada.

La autora es periodista